Curated by Zoe Lukov
Coreografías de Sal de Osías Yanov (1980, Buenos Aires) es una comisión site specific que toma como punto de partida el falso descubrimiento arqueológico de los restos óseos de una sirena hallados a orillas del Río de la Plata. Las publicaciones virales de ese fake news en redes sociales amplifican este mito moderno que se basa en fantasías antiguas y simbolismos arquetípicos. Los posteos y reposteos, los tweets y retweets se materializan como una danza de acciones y reacciones que forman una especie de coreografía online, permitiendo que la multiplicidad de voces y perspectivas se reúnan para participar en un mismo gesto. La viralización de este falso contenido actúa como preámbulo —antes de interactuar con la monumentalidad de la Sala Molinos, la instalación y la performance; Yanov, los performers y el público ya han interactuado previamente a través de la actividad colectiva de contar y recontar esta historia en la inmensidad del paisaje digital.
Yanov hace referencia a la sirena como el arquetipo de un pasado mitológico olvidado: una criatura mitad pez/mitad mujer que vive en las profundidades del océano y que es también un símbolo de la profundidad psíquica, de conexión entre el inframundo y la existencia terrenal, una divinidad, una nueva especie. En la historia de la humanidad, una de las primeras referencias a las sirenas proviene de relatos de la mesopotámica Asiria circa 1000 AC en una leyenda de la diosa Atargatis, quien mata por error a su amante. Avergonzada, ella misma decide convertirse en un pez. Ante la imposibilidad de ocultar su belleza sublime, su cuerpo toma la forma híbrida de una sirena. Desde entonces, el mito de la sirena se asoció con la belleza, la sensualidad y la muerte trágica. Etimológicamente, el vocablo sirena referencia a las sirens del antiguo griego, criaturas míticas mitad mujeres/mitad pájaros que atraen a los hombres con sus canciones. En las fábulas eslavas, las rusalka eran espíritus femeninos que habitaban mares y ríos, consideradas la transmutación de mujeres que murieron de forma violenta días antes de sus bodas. También, el concepto de sirena es asociado con las diosas del mar, en un lineaje que atraviesa desde la diosa griega Afrodita hasta la lwa LaSiren haitiana y la orisha Yoruba Yemaja. A menudo representada con un peine y un espejo, ella simboliza el amor y el poder, aguas regeneradoras y la profecía, así como también la vanidad. Fue recién con el cristianismo medieval que la sirena se volvió símbolo del pecado carnal. Un erotismo envolvente que actuaba como carnada para los marineros y los llevaba a su perdición. Ya en 1493, y en los cuadernos de bitácora de viajes de Cristóbal Colón, hay reportes del avistaje de sirenas a lo largo de la costa del Nuevo Mundo, tierras prometidas, llenas de potenciales tesoros y fortunas. Quizás la conexión subyacente de la sirena en sus extremos, la virginidad versus la hipersensualidad, sólo la amplifica como el símbolo supremo de nuestro potencial como humanos: los muchos seres y sexualidades que habitan en nuestro interior. Su hibridez es una negación de nuestra comprensión de lo binario. Aunque está impregnada de conceptos cargados sobre la belleza femenina, esta criatura es en parte humana y en parte pez y, por lo tanto, en última instancia, no tiene género.
El trabajo de Yanov explora consistentemente el concepto de otredad a través de movimientos corporales, insistiendo en nuevas narrativas gestuales descolonizadas que reimaginan y reinterpretan la codificación del género: la sirena, una extraña mezcla entre criatura humana y marina, es a la vez una fantasía y un sueño real para un futuro trans. La “prueba” de su existencia ancestral permite al público crear un nuevo diálogo sobre lo que podría significar vivir en un cuerpo híbrido y, eventualmente, dentro de una hibridez colectiva. La sirena actúa como una especie de espacio de potencialidad máxima que insiste no en ‘uno o el otro’ sino en el terreno fértil entre ambos. La sirena no cambia de formas, ni está en proceso de metamorfosis: existe en un estado intermedio estático, sin límites. Es una negación inherente de lo binario, de cualquier categorización de género u otro tipo de significación.
La fantasía de un shapeshifter implica la posibilidad de transformación entre una cierta forma y otra, y viceversa. La base para la metamorfosis biológica está predeterminada por el ADN de ciertas criaturas (las orugas deben transformarse en mariposas, los renacuajos deben transformarse en sapos). Pero ninguna de estas criaturas, reales o fantásticas, están suspendidas en ese estado intermedio con la gracia y el propósito de la sirena. Vale la pena insistir en que Yanov en realidad no nos proporciona una sirena, sino más bien insinúa una. El público encuentra los huesos de la sirena y son estos restos óseos los que señalan a su genealogía humana sin género. La columna vertebral es nuestra columna vertebral humana; el cráneo, nuestro cráneo humano… es solo su cola de pez lo que diferencia esta maravilla evolutiva, que aún podemos reconocerla como un pariente lejano, un recordatorio de nuestro comienzo en el mar salado, donde se desarrolló la primera vida vertebrada, nuestro derecho ancestral de nacimiento.
Yanov transforma la totalidad de Faena Art Center Buenos Aires cubriendo su icónico piso de mármol con sal marina. Aquí parece que una reacción alquímica ha provocado la erosión del mármol. ¿O es la coreografía la que corroe el terreno físico dejando atrás una salina o un antiguo lecho marino? Se produce una transmutación y se revelan nuevos restos ocultos. ¿Se ha evaporado por completo el Mar Muerto, la supuesta ubicación geológica de los bíblicos Sodoma y Gomorra? ¿O será la sal de los pecadores que se atrevieron a mirar a las ciudades en llamas como la esposa de Lot? ¿Es este un terreno futuro postapocalíptico o un mapa del pasado?
Una práctica antigua en tiempos de guerra era salar la tierra: esparcir sal por una ciudad derrotada para evitar el crecimiento de la nueva vegetación. Los alquimistas siempre han reconocido la paradoja de la sal: puede curar o envenenar. El agua salada es el gran desintoxicante, neutralizador de energía, limpiador de espíritu, conservador de carne y pescado, condimento para la vida. En brujería y sabiduría esotérica, se la utiliza como una ofrenda a los espíritus. En el budismo y el sintoísmo, como purificadora y para repeler el mal. Los antiguos sabios recomiendan que esparcir sal disuade a extraños no deseados de la misma manera que derrite el hielo. La sal es necesaria para la vida, mantiene nuestro equilibrio biológico, pero vuelve al agua imbebible y mata de sed. En el Antiguo Testamento, la sal significaba sacrificio y símbolo de nuestro pacto con Dios. En 2a Crónicas 13:5 se lee: “¿Acaso no sabes que Jehová, Dios de Israel, dio su reino a David para siempre, a él y a sus hijos, bajo un pacto de sal?” En el Nuevo Testamento, en el Sermón del Monte, Jesús les dice a sus seguidores, principalmente pescadores y cam- pesinos, “Ustedes son la sal de la Tierra”, lo que en lenguaje contemporáneo implica una bondad tácita y fundamental. Desde tiempos inmemoriales, la sal ha sido una mercancía. Fue utilizada en ofrendas funerarias encontradas en antiguas tumbas egipcias. Los traficantes griegos de esclavos a menudo los intercambiaban por sal, dando lugar a la expresión de que alguien “no vale su sal”. Otras fuentes atestiguan que a los legionarios romanos se les pagaba con sal: salarium, el origen latino de la palabra salario. Mahatma Gandhi impulsó el Salt Satyagraha, donde más de 100 mil personas hicieron su propia sal en desafío a la corona británica y sus excesivos impuestos sobre el mineral.
Es bajo este contexto histórico que nos encontramos en un nuevo territorio salado. En esta instalación, los performers interactúan con la materia prima, desdibujando trazos de sal, transformando alquímicamente este elemento primario y, a medida que se mueven dentro de este ambiente, se crean y se abren nuevos caminos de exploración en la estela de sus movimientos. Mientras bailan con los restos óseos sobre este antiguo lecho marino, renace la sirena como una performer más. Estos cuerpos de diversas morfologías (jóvenes, viejos, grandes, delgados, trans, no conformes con el género, etc) no se adhieren a las nociones preconcebidas sobre los cuerpos de los performers, ni tampoco sobre cómo es la creación de una performance y cómo debe relacionarse al diseño escénico. Se mueven juntos en grupo: el vestuario es activado por los performers de manera similar al entramado de una telaraña. Yanov propone un formato de creación completamente híbrido que es simultáneamente coreografía escenificada, ejercicio pedagógico y experimento terapéutico. Si bien esto podría ser una performance, también es un proceso, un mapeo del espacio, una cartografía en movimiento continuo, que es un flujo y adaptación a la vez.
Coreografías de Sal reflexiona sobre lo ficticio y lo real y el espacio que existe entre estas dualidades. La narrativa del fake news demuestra el poder del mito colectivo para generar realidades alternativas y colectivas. Este trabajo también explora nuevas identidades corporales, que, aunque místicas o surreales, comparten similitudes con la forma en que imaginamos el futuro. Las teorías del mestizaje en América Latina, la teoría queer y las políticas del cuerpo trans, resuenan aquí dentro de concepciones de la hibridez, al igual que las ideas sobre los avatares digitales y el futuro de la inteligencia artificial. A media que Yanov se involucra con cuentos de sirenas y nuestra conexión esotérica y ancestral con la sal —a través de la mitología, historia, teología, cuentos de hadas y las supersticiones—, contribuye a los procesos de creación colectiva de mitos primordiales. Es así como Coreografías de Sal nos enfrenta con una nueva concepción del cuerpo y un lenguaje gestual que nos invita a volver a imaginar las historias de nuestro pasado, las realidades y ficciones de nuestro presente, para así comprender las posibilidades híbridas y pluralistas de nuestro futuro